Pompeya fue ocupada de nuevo después de la erupción del Vesubio: “Es una historia olvidada que hay que recuperar”
Pompeya nunca deja de sorprender. El yacimiento arqueológico continúa revelando nuevos descubrimientos y tesoros escondidos que permiten conocer mejor la vida en la antigüedad. Los arqueólogos que trabajan en las excavaciones han constatado que uno de los barrios del sur de la antigua urbe arrasada por el Vesubio en el año 79 volvió a repoblarse después de la catástrofe. Los expertos han encontrado rastros de peso para sostener esta teoría que, como ellos explican, siempre ha permanecido, casi desapercibida, en el “inconsciente arqueológico”.
Desde hace tiempo se sabía que la reocupación después de la erupción del volcán había sido un hecho, pero la noticia había quedado siempre en un segundo plano y las pruebas de la existencia de esa segunda Pompeya habían sido eliminadas para llegar a los restos de la primera, la que quedó sepultada por toneladas de cenizas y material volcánico y que ha sido objeto de la inmensa mayoría de los estudios de arqueología.
Los científicos han explicado ahora que las obras para asegurar la estabilidad de las excavaciones en esa parte de la ciudad, conocida como la Insula meridionalis, han sacado a la luz una serie de datos “de gran riqueza” sobre la repoblación de la urbe destruida. Y se han propuesto poner de relieve el hecho de que la vida volvió a Pompeya después de la fatídica erupción y profundizar en qué ocurrió luego. “Los datos demuestran que la vida continuó tras la catástrofe, pero en excavaciones anteriores a menudo se han ignorado: se trata una historia olvidada que hay que recuperar”, señalan los responsables del Parque arqueológico de Pompeya en un comunicado.

Los expertos aclaran que la zona cero, cubierta por las cenizas y repleta de los cuerpos de las víctimas que murieron en el acto en la explosión, nunca volvió a convertirse de nuevo en una auténtica ciudad, sino que más bien fue un “campamento precario, algo improvisado” que estuvo ocupado hasta el siglo V, cuando fue abandonado definitivamente.
El director del Parque Arqueológico, Gabriel Zuchtriegel, coautor del artículo científico sobre los nuevos hallazgos, ha revelado que muchas personas que no tenían otras posibilidades trataron de rehacer su vida sobre las ruinas de la ciudad arrasada. A los antiguos habitantes probablemente también se sumaron recién llegados, procedentes de otros lugares, sin hogar, que trataron de ocupar la zona devastada en busca de un sitio donde establecerse y con la esperanza de encontrar objetos de valor que poder vender.
“Muchas personas murieron y otros muchos se fueron a vivir a otra parte, pero no todos se podían permitir vivir en otro lugar y hubo gente que volvió. Regresaron a un lugar que era un desierto y empezaron a excavar para recuperar materiales preciados como los mármoles para comerciar. Probablemente encontraron también los restos de las víctimas que habían quedado atrapadas bajo las cenizas. Y comenzaron a vivir ahí”, ha señalado Zuchtriegel.

Y ha explicado que la magnitud de los descubrimientos de la antigua Pompeya es tal que ha acaparado toda la atención: “El episodio trascendental de la destrucción de la ciudad en el año 79 ha monopolizado la memoria”. Zuchtriegel ha ilustrado además cómo la segunda Pompeya había quedado en el olvido hasta ahora: “En el entusiasmo por alcanzar los niveles del 79, con frescos maravillosamente conservados y decoraciones aún intactas, los débiles rastros de la reocupación del yacimiento fueron literalmente eliminados y, a menudo, barridos sin ninguna documentación. Gracias a las nuevas excavaciones, el panorama ahora se vuelve más claro: resurge la Pompeya posterior al 79, más que una ciudad, un asentamiento precario y desorganizado, una ‘favela’ entre las ruinas aún reconocibles de la Pompeya que fue”.
Esta hipótesis ya ha estado sobre la mesa en el pasado, pero ahora parece confirmarse. Los expertos señalan que han encontrado las huellas de personas que regresaron al lugar del desastre y que, en un momento dado, comenzaron a vivir de forma permanente entre las ruinas de los pisos superiores que aún despuntaban entre las cenizas. Así, la vida regresó a las antiguas casas y estructuras, pero los espacios que antes de la erupción eran la planta baja de las casas habían quedado sepultados y se convirtieron en la segunda Pompeya en sótanos y cuevas, donde se instalaron fogones, hornos y molinos.
Al principio se vivía en una especie de desierto de cenizas, pero pronto la vegetación volvió a abrirse paso. “En los hornos se hacía pan, lo que indica que se habían recuperado los cultivos, que el desierto se había transformado de nuevo en terreno agrícola”, apunta Zuchtriegel.

Los expertos estiman que Pompeya tenía al menos 20.000 habitantes en el año 79, pero el porcentaje de personas que perdieron la vida durante la erupción sigue siendo objeto de debate en la comunidad científica. Desde el inicio de las excavaciones, en 1748, se han encontrado aproximadamente 1.300 víctimas. Con dos tercios excavados de la antigua ciudad a la vista, la cifra podría parecer relativamente baja, señalan. “Muchos otros podrían haber perdido la vida fuera del centro urbano, mientras intentaban alejarse del epicentro de la catástrofe. Sin duda hubo supervivientes, como sugieren las inscripciones con nombres pompeyanos de otros centros de Campania. Pero, evidentemente, no todos tenían los medios para empezar una nueva vida en otro lugar”, describen los arqueólogos.
En la segunda Pompeya la situación era “un tanto improvisada por no decir anárquica”, como indican los estudiosos. Probablemente este fue el motivo por el que el emperador Tito envió a la antigua urbe a dos ex cónsules como "curatores Campaniae restituendae", es decir, responsables de la recuperación de la zona tras la devastadora erupción. Además de promover la refundación de Pompeya y Herculano, que habían quedado destrozadas por la furia del Vesubio, tenían la tarea de gestionar los bienes de quienes habían fallecido sin herederos para sufragar la reconstrucción de las ciudades dañadas.
Pero el intento de refundación fue un fracaso y el lugar nunca volvió a ser el centro vital que había sido antes de la erupción. Más bien, a juzgar por los datos arqueológicos, debía de ser un campamento donde la gente vivía en condiciones precarias y sin las infraestructuras y servicios típicos de una ciudad romana.
Esto no impidió que esta forma de asentamiento se prolongara hasta la Antigüedad tardía, es decir, hasta el siglo V. Los expertos consideran que la zona fue definitivamente abandonada en torno al año 472, coincidiendo con otro devastador estallido del Vesubio, conocido como la erupción de Pollena.
El director del Parque Arqueológico de Pompeya cree que este hallazgo debería abrir la puerta a un debate sobre la propia disciplina: “Los arqueólogos, en estos casos, nos sentimos como psicólogos de la memoria enterrada en la tierra: sacamos a la luz las partes eliminadas de la historia, y este fenómeno debería llevarnos a una reflexión más amplia sobre el inconsciente arqueológico, sobre todo lo que se elimina, se borra o permanece oculto, a la sombra de otras cosas aparentemente más importantes”.
EL PAÍS